Colombia se destaca por su gente humilde, buena y trabajadora, que no nació en cuna de oro, en donde día a día, cada individuo con honestidad y responsabilidad provee su sustento diario y el de su familia, para sobrevivir a la pobreza absoluta ante tanta desigualdad, condiciones en las que se encuentra más del 50% de la población actual.
En ese mundo palpable, sin tapujos, sin etiquetas, sin renombre, sin cuna de oro, viven los más humildes de Colombia, de extremo a extremo, como si fuera una vuelta ciclística a Colombia, desde Punta Gallinas en la Guajira, atravesando la Costa Caribe hasta la Costa Pacífica, llegando al Cabo Manglares en Nariño y haciendo travesía por la quebrada San Antonio en el rio Amazonas hasta la Isla San José en el Guainía continuando por el rio Orinoco y la frontera con Venezuela en Norte de Santander; encontramos a doña María la de la tienda, Don Pablo el del chance, Don Luis el de la panadería, Doña Carmen la de las empanadas, doña Gloria la del puesto de fruta en la plaza, Don Rubén el zapatero, Don Jairo el presidente de la junta de acción comunal, Doña Miriam la que colabora en la iglesia del barrio, Don Alipio el carpintero, Doña Chela la modista, Doña Yolanda la de la casa de la esquina en la 20A, Don Rene el de los aguacates, Don Aníbal el del parqueadero, Don Jairo el de la droguería, Doña Rosalba la que cuida los hijos de la doctora Laura, Armando el chofer de la doctora Rochi, Gustavo el bombero, Carlitos el domiciliario, Cesar el peluquero, Don Álvaro el mecánico, Andrés el piscinero, Don Luis el carnicero, Miguel el hijo de Tuta, en fin, personas que no tienen apellidos estratificados, son ciudadanos del común, que son grandes personas, respetuosas, y que sin ninguna malicia y por respeto al que ven bien vestido o saben que trabaja con un Banco o una entidad del Estado, le dicen Dotor o Dotora y con sus semejantes, los tratan de don o doña.
Gravísimo, de aquellos que se rasgan las vestiduras diciendo que están luchando en representación del pueblo y lo que hacen es pisotearlo con sus severas afirmaciones discriminatorias e incoherentes que escandalizan, la discriminación no se cura con una simple disculpa, que por el solo hecho de ser un personaje aforado no les da derecho de pisotear al pueblo humilde, pero que se creen con derecho a incendiar el país para ocultar su ineptitud, manipulando al pueblo humilde con una retórica incoherente.
Muy sabio el papa Francisco, que en la homilía de la misa celebrada el 24 de febrero de 2014, habló de la vital importancia de la coherencia en la vida cristiana, ya que cuando el cristiano es incoherente genera escándalo y “el escándalo mata” y El Santo Padre explicó que los cristianos “que viven en la incoherencia, hacen mucho daño” (https://www.aciprensa.com/noticias/papa-francisco-el-cristiano-incoherente-escandaliza-y-el-escandalo-mata-46054 ), algo que analógicamente parece estar viviendo Colombia en la actualidad, citando también a nuestro comunicador social Alex Bayona en su reciente columna de opinión (https://litiapp.com/la-importancia-de-transmitir-informacion-y-contenido-de-valor-en-medio-de-la-polarizacion-politica/), en su reflexión al deber de transmitir contenido de valor ante tanta polarización política, evitando así que nuestra audiencia caiga en el odio y la división, por el cual me uno a este clamor de la revista digital, para invitar a los lectores y al colombiano de a pie, a que no se dejen provocar, invitar a las instituciones gubernamentales y a los dignatarios que fueron elegidos para representar y abogar por la gente humilde, para que no se vuelvan de primera línea o incendiarios, que por más estudios o pergaminos que ostenten, si son de apellidos o familias de renombre, sean RESPETUOSOS y SENSATOS en sus discursos y COHERENTES en su compromiso con el pueblo colombiano, porque nada les cuesta SER PERSONAS, en cualquier lugar o posición social sin ser ARROGANTES.
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